lunes, 29 de septiembre de 2014

Comer y jugar. Todos podemos si todos queremos.

Se acabó el verano. Dicen que empieza el otoño, pero lo que de verdad está a la vuelta de la esquina es la Navidad. Época de turrón, villancicos y juguetes. 

Juguetes. Dícese de ese entretenimiento infantil que tiene una facilidad pasmosa de entrar en casa y le cuesta horrores salir de ella. Cierto es, que si un adulto no  le echa una mano en encontrar la salida, sus pequeños dueños son incapaces de hacerlo por sí solos. 

Este pasado fin de semana, algún año tarde, nos hemos decidido a hacer zafarrancho en casa. Se empezó con un pequeño briefing a los niños. No parecían aceptar la idea de tener que decir adiós a ciertos juegos de los que ni se acordaban que tenían. Pasaron los días, nunca sin dejar de mencionar en alguna ocasión que ese día llegaría. Fueron asimilándolo hasta tal punto que ellos, los que pensábamos que nos lo iban a poner más difícil, fueron los que sacaban el tema con cierto ansia de que llegáse la fecha. Y ese día llegó. 

Sábado. Cuarto de los chicos. Por la mañana todo fuera. A mediodía, selección. Por la tarde, a guardar lo que se queda. 

Domingo. El cuarto de la niña. Mismo plan. Todo fuera. Selección. Se guarda lo que se queda. 

Su madre se ha pegado una paliza física considerable. Ellos, paliza emocional. Llantos, risas, comentarios, recuerdos... Lo que al final cuenta es su generosidad. Con eso me quedo. 

Lunes por la mañana. Meto todo en el coche. Introduzco dirección en el gps y me dirijo hasta "ha llegado a su destino". 


Móstoles. Calle Sevilla, 19. Comedor social San Simón de Rojas. Lo conozco a través de Titón, san Titón, del que ya hablaré en otro momento. La fundación que el preside colabora con este comedor desde hace ya varios años. He colaborado con ellos enviando juguetes de un centro comercial desde hace ya casi diez años, pero nunca he ido a conocerles. Tenía ganas. Ese día ha llegado. 

Al llegar vi que había un sitio para aparcar cerca de la entrada. Con cierta dificultad conseguí aparcar. La inmensa fila de gente que esperaba para recibir su ración de comida diaria dificultó las maniobras de aparcamiento. Me bajé del coche y me dirigí al principio de esa fila donde sabía que seguro encontraría a alguien del comedor. Pregunté por la encargada, no estaba. Les expliqué que teaía juguetes de mis hijos y al oirlo, 3 personas dejaron la fila para ayudarme a bajar todo del coche. Metimos todo donde nos indicaron y volvieron a su puesto en la fila. 

Las caras de felicidad mezcladas con desesperación, angustia y cierto cansancio son difíciles de describir. Saben que van a comer. Pero saben donde. Y, lo peor, también saben porqué. Lo que en apenas 20 minutos que he estado allí, charlando con ellos, me ha hecho ver, una vez más, que somos unos privilegiados. Que es lamentable que se tengan que hacer filas para comer cual posguerra. Que estamos en el año 2014 y, aquí, a un palmo de casa la gente o va a estos comedores o, sencillamente, no comen. Que tienen hijos. Que esos hijos comen pero también juegan. Que les gustaría hacerlo con lo que ven a otros niños jugar. Y que es muy fácil conseguir que todo eso se cumpla. 

Yo, desde aquí, me ofrezco para, de alguna forma que tengo que pensar, hacer de transportista un par de veces al mes y llevar lo que me des (comida, ropa, juguetes, carritos, etc.) a San Simón de Rojas. Si se te ocurre alguna idea, no dejes de decírmelo. Sabes donde localizarme o puedes dejar un comentario aquí mismo. 

"Todo sirve. Todo. Y si no sirve, haremos que sirva." Con estas palabras de un voluntario me despido. Hasta otra. 

Http://www.comedorsansimonderojas.com


viernes, 8 de agosto de 2014

Otra vez juntos

Otra vez juntos. Los tres. Hacía tiempo que no sabía de vosotras. Como siempre, llegáis sin avisar. No importa. Hace tiempo que os conozco y sé que siempre lo hacéis por sorpresa. Supongo que el día a día ha hecho que no os haya echado en falta tanto como debiera. Eso sí, en alguna ocasión he hablado de vosotras. De esos momentos que pasamos juntos en el pasado. En distintos rincones de España, incluso del extranjero. Conociendo sitios nuevos. Gente nueva. 

Veo que seguís bien. Me alegro. Veo que seguís siendo como esas hermanas gemelas que si una se cae la otra siente el dolor como propio. Pues bien, dejadme decir algo, y no os ofendáis, que sabéis que os aprecio, que os tengo cariño, que sois parte de mí, por eso seguís conmigo...

Cómo os volváis a inflamar y llenar de pus le pido al médico que os de un tajo con un bisturí y os meta en un bote que tiraré en medio del océano. Malditas amígdalas, cada vez que os inflamáis se me inflama otra parte del cuerpo que no voy a mencionar. Dejadme tranquilo, os he defendido siempre pero todo tiene un límite. Ya lo paso mal con el calor que tengo habitualmente en verano, como para soportar estas temperaturas con 40 grados de fiebre. Conseguís que lo pase peor que un pingüino en Écija en pleno agosto. Os doy tres días. Avisadas estáis. 

Hala... Dicho queda. 

miércoles, 16 de julio de 2014

Los Ángeles... del infierno

Recién aterrizado en Madrid de un largo viaje procedente de Los Ángeles me pongo a pensar sobre lo que he visto en los últimos días. Vengo del país adonde muchos ansian llegar para cumplir su perdonal sueño americano. Del país donde te prometen y aseguran el éxito. Allí, donde pasas de cero a cien en tu currículo en menos tiempo de lo que tardas en abrir y cerrar los ojos.  

Bien, puede ser cierto, no lo dudo, pero luego está la realidad. Esa que no sale en las guías de viajes. Esa que evitan que veas en los tours. Esa que hasta los GPS no quieren que veas. Esa que, esta vez, he visto yo. 

En Los Ángeles puedes estar pisando las estrellas de los famosos, guapos y ricos actores de Hollywood mientras esquivas a decenas de personas que sobreviven durmiendo en las aceras. 

En Los Ángeles puedes ir con tu Mustang descapotable de alquiler a cualquier playa del norte como Santa Mónica, Malibú, Santa Bárbara... o a cualquiera del sur como Newport, La Jolla... donde es más que probable que tu coche parezca sacado de un todo a cien comparado con lo que por allí pasean. Como digo, puedes ir a cualquiera de esas playas y mientras buscas sitio en las calles cercanas a la línea de playa, te vas encontrando cadáveres vivientes mendigando por un chusco de pan o una colilla de tabaco. 

En Los Ángeles puedes probar suerte e ir en transporte público, ya sea tren, metro o autobús para ir de un punto A a un punto B. En esos largos trayectos ves esos que se dieron de bruces con el cabecero de la cama al despertar de ese sueño que tanto les juraron. Ves a gente que lo más nuevo que han estrenado en los últimos años es ese litro de lágrimas que caen por su rostro día a día. 

Ves a esa madre adolescente que se escapa al mall pintada de arriba a abajo y te dice que lo único que va a hacer es pensar que compra algo mientras recorre los escaparates pues en realidad no puede comprar nada ya que en casa de su tía le espera ese hijo que tuvo en el colegio con un sinvergüenza que los abandonó. 

Ves, sí, en esa parada de autobús, a una mujer que aparenta 70 pero que no debe de pasar de los 40, levatarse las faldas para hacer pis dentro de la misma taza morada de los Lakers donde debe de desayunar, y que una vez terminado lo introduce en una botella vacía de agua, la cierra, la guarda, limpia con un papel la taza, la guarda en su bolsa de trastos, se sacude la falda, saca su dolar con veinticinco centavos que le ha costado horrores conseguir, paga su viaje, se sienta a tu lado y suspira que está harta de vivir. Te bajas del autobús y de regreso al maravilloso hotel te cruzas con una joven que grita y pide ayuda desconsoladamente por que el mendigo que duerme delante del Starbucks donde ella trabaja se desploma al suelo y pierde el conocimiento. Nadie ayuda por miedo... asco, repugnancia y odio es lo que sus caras delatan... se acerca una ambulancia le hacen la reanimación, con la buena, o mala suerte, de salvarle la vida. 

Los Ángeles, allí donde ves que dos policías en moto persiguen a un chico de no más de doce años, le alcanzan, le tiran al suelo a punta de pistola, le esposan y todo... todo por que ha robado un monopatín y yo pensando que era la versión joven de Bin Laden que estaba preparando el próximo 11S. 

Los Ángeles... Los Ángeles del infierno. Ciudad donde puedes pasarlo en grande en las atracciones de Disney, Estudios Unversal o Lego Land pero donde la verdadera y más macabra montaña rusa está en sus propias calles, en sus aceras.